jueves, 29 de abril de 2010

“1946”


Carla continuaba caminando de lado a lado en su habitación, su rostro seguía húmedo y no podía evitar sentirse terriblemente mal, no podía evitar las saladas lágrimas que resbalaban por sus mejillas y terminaban en sus labios. Quería dejar de llorar pero simplemente no podía.

Ella intentaba controlarse y su sirvienta, Elisa, intentaba vestirla. Difícil Misión. Carla se rehusaba a vestirse para un evento que aún no lograba aceptar, su padre había muerto hacia pocas horas justo cuando cenaban para celebrar el cumpleaños de su madre, Carmina.

Carla nació de una situación difícil; su padre Felipe quería tener, como todo hombre chapado a los tiempos antiguos, un heredero; quería un hijo a quién entregarle la sabiduría de todas las generaciones anteriores, quería un hijo a quién querer y con quién pasear, alguien de quién sentirse orgulloso. En su defecto nació Carla, pero aun así su padre la amaba y consentía.

Su madre Carmina era caprichosa y accedió a tener un descendiente mas por obligación que por deseo; tuvo a Carla pero no dejó que Felipe la volviera a tocar en la cama ni lo dejó desear más hijos. Así pues, su madre no la quería y su padre, aunque si la quería y la amaba, siempre había deseado un hombre.

Todos los recuerdos seguían golpeándola fuertemente hasta que Elisa realizó una rápida y efectiva interrupción. “Deja de moverte ya” dijo mientras sostenía a Carla por los hombros “necesito vestirte y tu necesitas despedirte de tu padre”. Carla no podía moverse más así que Elisa procedió a arreglarla velozmente antes de que regresara la ansiedad y tristeza que la hacia moverse con ademanes nerviosos. Dejó de llorar e ignoró los recuerdos; mientras Elisa la maquillaba ella se repetía que debía ser fuerte, que no debía mostrarse tan débil ante su madre.

Salió de su casa sin saber que llevaba puesto o haberse mirado al espejo, en el coche la esperaba su madre; como siempre, estaba imponente, muy bien vestida y con toneladas de maquillaje para ocultar las arrugas que revelaban sus desgracias. Carla se sentó al frente ella, la miró y luego suspiró para controlarse. Carmina la miró despectivamente y agregó con un tono innecesariamente frio “recuerda que estarán todos los familiares y socios de tu padre” después su tono de voz adquirió acidez “compórtate o perderás tu herencia”. Era una amenaza, y la seguiría amenazando hasta que cumpliera sus dieciocho años y pudiera reclamar su herencia; su padre se lo dejó todo a ella, ni un peso dejó a su madre. “Sabes que es mi dinero, madre” respondió Carla “y por derecho estará en mis manos dentro de tres días” su voz era dulce pero sonaba bastante fingida. Carla siempre había sido una gran actriz y ese día no era la excepción, se estaba controlando a la perfección, representando un papel de indiferencia creado justo para ella.

El féretro se encontraba rodeado de tulipanes y de los conocidos de su padre, justo al frente un sacerdote leía unos cuantos versículos del evangelio según San Lucas. Todos eran indiferentes, muy pocos lloraban. Cuando el sacerdote terminó su lectura cerró la biblia y se predispuso a honrar a Felipe con millones de tristes palabras. “Estamos aquí, todos reunidos, para guardar en nuestras memorias al honorable Felipe Maldonado” comenzó el párroco “quién nos ha dejado para pasar a un mejor mundo, para encontrarse con el Dios de los cielos y del perdón” continuó. “Lo mismo de siempre” susurró Carla como una interrupción para ella desapercibida pero para el clérigo, no. “Felipe amo a todos y a todos los guardó en su corazón, tuvo una vida alegre rodeada de buenas personas y excelentes compañías” el sacerdote hizo una pausa para mirar a Carla y continuó, ya sin interrupciones “no tenía enemigos, ni mucho menos odiaba a nadie, pero como bien sabemos esta es una época donde todos podemos morir terriblemente fácil si estamos descuidados. Felipe murió honradamente y como uno de los mejores y más recordados presidentes de la república de Argentina, todo el pueblo lo admiraba por ser una persona justa y recta en su camino. Lo amaban todos menos ‘ellos’. Nuestro querido amigo, familiar o compañero murió en manos de Marcelo Landa, aliado argentino de Alemania; el mismo Marcelo que compartió con nosotros grandes momentos le dio fin a su vida con una simple bala directa al corazón, algo que no hace falta recordar por la dura situación y la gran maldad, pero que nos lleva al punto importante; murió por luchar contra Hitler, por querer llevar a su país por el buen camino, por no prestar armas a una guerra devastadora, por no querer traer la muerte y el dolor a su país. Felipe Maldonado murió en defensa de su patria, de su nación. Y lo recordaremos siempre como el defensor que fue en un año tan complicado como lo es 1946” para ese momento Carla ya había abandonado su papel, estaba inundada en lagrimas de nuevo y no estaba segura de poder soportar una palabra más expuesta por el sacerdote, había querido a su padre como a nadie y su corazón se desgarraba al saber que su Marcelo, con quien compartió tantos veranos, fue el creador de tanta desgracia. El párroco, Julián, analizó muy bien las expresiones de Carla y, al darse cuenta de que ella no podría soportar más, terminó su discurso con un solitario “Amén”

Sara Piedrahita Sierra - Grado 8

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